miércoles, 16 de enero de 2008

Un sueño de complicidad


He soñado un dolor lleno de amores y sensualidad.

Soñé que me vendias, que me acusabas de traidor e intento de violación y por eso era ahorcado deliciosamente en una plaza pública a la hora más bella del alba.


Que tú, llena de temor por lo que pudiera saber tu esposo Teseo de los cuernos que le adornan la hombría por culpa de tus caprichos de mujer maldita, y mi debilidad por las mujeres faciles, me acusabas, falsamente, y hacias matar.


Al momento de morir solo pensaba que te habías equivocado. ¿Cómo no darte cuenta que mi pecado era tan amargo como el tuyo, y tan valioso de callar como el mismo? Teseo es mi padre y vos sos mi madrastra. El incesto, el escandolo, el dolor familiar podría ser tan intenso, que por eso el silencio mio era tan conveniente como el tuyo, pero no. Me traicionabas, me hacias matar.


No se si era una fantasia erótica o un sueño de terror. Pero me gustaba morir por una causa de amor. Te puedo contar que mi vida al caer al vacío, al abrirse la trampa, al apretón de la soga no era de dolor ni nada, era tan solo una sensación de luz blanca en el horizonte.


Y por un largo rato pudo mi espiritu quedarse alli, viendo mi cuerpo colgado; viendote entre la muchedumbre derramar una languida lágrima y una sonrisa amarga. Escuchando a la gente decir que merecía morir por robar a Teseo sus joyas más preciadas.


¿Es tu coño su bien más preciado? ¿equivale tu coño aflojado y ese par de tetas ya gastadas lo mismo que una esmeralda y un anillo de oro? ... tal vez sea la hora de decir que tu marido no sabe de oro y cualquier comerciante lo puede engañar vendiendole baratijas o abalorios por piedras preciosas. Si sos su bien más preciado, esta engañado, no sos tan valiosa, porque sos tan perversa y tan caliente como la más barata de las putas y ladronas de una calle de Egipto.


Pero la verdad en mi sueño no te ofendia ni pensaba eso. En mi sueño, cosa curiosa, lloré por ti, por el deseo imposible que me arrastraba a ti. ¿Qué ironia no? Eras quien me mandaba a asesinar pero yo, lloraba por ti, y pedia al cielo clemencia para que perdonara tu pecado. Y me parecias tan bella y tierna alli, entre el público, camuflada, escondida, como una niña en medio de pilatunas, que te deseaba, que queria abrazarte, besarte, llenarte de mimos para opacar el dolor y la incertidumbre que vivias.


Estabas hermosa. Y cuando mi cuerpo de ahorcado descargó su semen por entre mis piernas a chorro limpio, blanco y gelatinoso, no pude menos que sentir ganas de estar en ti. De amarte hasta el final, de desafiar al Minotauro en su laberinto si fuera posible, de retar a un duelo a Teseo si fuera necesario, de pedirte que huyeramos al Sinai, sino hubiera más remedio.... pero todas esas fantasias ya eran tarde.


Y cuando tus labios lamieron la tarde, pude ver mi cuerpo de ahorcado brincar, estremecido.