Apreciada Fedra, si yo fuera tu, escondería mi caliz y reiría menos, me hiría de viaje al final del mundo y no volvería la memoria atrás, ni siquiera para recordar el día que perdíste el amor, la mirada inocente o el hambre del deseo.
Te he visto en mis sueños, debo confesarte, leyendo aquellos libros prohibidos y la castidad vaciarse por esos hilos de agua dulce, que son tus lágrimas.
Pero no, tu no no eres de las mujeres que se dejan soñar facil o se deja seducir con cuentos de fantasia y erotismo. No, tu definitivamente no eres de las mujeres que huye o de las que abandona sus recuerdos, ni mucho menos de las quiere olvidar el día salvaje que perdió la virginidad, mató un hombre por amor, o sobornó a Dios para que le perdonara sus pecados.
Tu eres otra, una que nadie percibe tal como es, una vieja a la que todos dicen admirar, pero en secreto odian, y ya muchos quisieran crucificar... por ... Bueno, pero a ti, eso nada te importa. Sabes muy bien, que se puede aprender de las heridas, como dice la canción, y entonces sueltas a reírte.
La vida sin tí, mi amada, es una agobio.